Tan viejo como en su propio sillón
acomodado en los entresijos inertes
los intestinos deteriorados las burlas aplacadas
ese afán de termitas devorando la luz solar.
Donde acaba el fin del mundo, su tenaz sonrisa
histriónica. Esa luz de intensidad suave o metódica.
Cuidado: aparecen los violentos y sacuden el alma
apoltronada en su antiguo sofá.
Hay un sistema de circuitos, lo llamo el perenne.
Potro infectado de agujas solidarias. Su manutención,
llena de brillos arcaicos, me sumerge en las piscinas
vacías. Los pesados dientes que acogen un millar de microbios.
Del rabito del toro. Cayendo misteriosamente.
De piernas hacia abajo, sin tronco medular. Su
antiguo calendario, lleno de aguas fecales o leches
maternas.
Fue un sueño? Aburrido discrepo de mí mismo.
Viví aquel sueño? Misteriosamente hablando
consigo mismo.
Los destellos metálicos, las cuadriculadas mentes,
las nieves constantes, los recibos de la luz. Las menguadas
apologías, el mensaje derribado. Su patria
llena de celofán y patetismo iracundo. La bestia aplazada.
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