Llegó la mañana
y lloviendo estaba,
el cielo lloraba
y los ángeles nadaban.
Y yo, tumbada en la cama
sin motivación de nada,
mirando las horas pasar
con ganas de que
un nuevo día llegara.
“Todo diferente será
cuando un nuevo día llegue”,
“seguro que mañana
me sentiré mejor”,
pero pasaban los días
y de la misma forma
me sentía.
Pensamientos que entraban,
pensamientos que salían
siempre me molestaban,
sin control se reproducían
y como tranquilidad quería,
mi cuerpo dormía,
y mi mente decía
algo así como
“dormir para no pensar”.
Como una estrella
que dejó de brillar,
como una flor marchita
que a la vida, no volvía;
así me sentía
en esos días,
en los que fuerzas no tenía
y en el rostro,
lágrimas aparecían.
Siendo sincera,
no sé cómo,
al abismo de mi mente,
logré sobrevivir.
Pero, de la nada,
apareciste tú
y mi brillo recuperaste,
apareciste tú
y mi sonrisa dibujaste,
apareciste tú
y me resucitaste.