Uno lleva dos hilitos de sentimientos como dos alas de insecto
que transportan el tórax donde arde el pebetero del fuego
y el encendido deseo de mi cuerpo.
El abdomen con mi inmensidad más hueca,
mera suma de órganos de un cuerpo para que exista
y alimente su existencia de primate reptiliano.
Y la minúscula cabeza con mi caduca memoria
y mis palabras y los latidos, esos ecos sonoros de poeta,
que me vienen del tórax y parpadean como lamparillas de cera
suspendidas en el aceite de la vida.