Bailo a mi son, o eso creo,
sigo el ritmo de la música,
el ritmo de la escritura al que me amarro.
Unos dicen que mis palabras se vuelvan Vogue
que me suelte sin normativas;
pero siempre voy fuera de la norma.
Que deje la academia, lo purista;
pero amo lo teórico.
Me muevo en diversas métricas,
desde la variedad de sonetos hasta sextas rimas,
que deje los endecasílabos, alejandrinos, heptasílabos,
¡que deje las métricas! pero yo amo a Minkowsky
otros me dicen: agarra el verso libre.
Pero yo ya me siento libre escribiendo.
Voy a mi cadencia con música o sin música,
acompañada de una fuga o de un perreo bellaco
sola, triste y miserable, contenta, eufórica
decrescendo hacia un punto singular,
emociones que decaen hacia lo maldito;
pues la libertad me hace maldita.
De qué me preocupo, si todo esto ya está escrito
en algún tomo de la biblioteca de babel;
en otro lejano universo
donde nunca existieron las corrientes vanguardistas
o donde el habla es desorden y armonía.
Y sin darme cuenta mis versos se vuelven poesía.