Ahí tienes el poema.
Pero no te apetece el poema.
Te apetece la carne, la descarnada
violencia, el hambre de ella.
Un apetito atroz, lleno de legajos
polvorientos, culmina en un orgasmo
viudo de mundo, de decorados externos.
Ahí tienes el poema, encuéntralo, anda-.
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