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Travesía hasta lo eterno...

El sombrío cortejo…avanza con su lívida estela,

en un exiguo y estéril desfile de emociones triviales…

que se amortiguan en el pecho.

 

Un manojo de rosas descoloridas…casi secas…

intenta animar la tétrica jornada.

 

Se precipitan las penas al abismo de la angustia.

 

A cuestas llevo la impotencia de no poder gritar la ignominia que siento.

 

Un nudo atravesado en la garganta…y mi palpitar a millón…

no aceptan todavía la consumación de este episodio temerario.

 

Empujando las heridas abiertas… me agarro del silencio,

y callo este dolor incomparable,

la insoportable punzada de imposible reparación.

 

Se advierte impostergable una conclusión final…

sin ninguna opción esperanzadora.

 

Desgarra el llanto de los débiles, 

se ve que no soportan la arremetida del destino.

 

¡Ay tristeza cruel!   que te empeñas en flagelarme la rutina,

¡Ay desconsuelo atroz!  que no encuentras la manera de suprimir este sufrimiento cotidiano,

seguramente vas camino a enterrar los sueños en el hastío.

 

Te has convencido que ha llegado la hora,

que la misión se ha cumplido,

que es momento de partir…

y que descansar sería un acto de justicia,

que el desaliento pesa…

y que no hay nada más renovador que un profundo sueño…

aunque sean nulas las posibilidades de un reencuentro.

 

Ese sombrío cortejo de mis contrariedades…languidece…se debilita y reposa,

se consuma el periplo de esta historia infausta.

 

Esa estela oscura de mí impertinencia…se da por vencida,

y mi periodo de vida concluye su viaje.

 

Todo lo que fui queda escrito en versos…

no hace falta epitafio alguno sobre mi tumba.

 

Soy cada palabra…

y me llevo grabado en el alma todos mis poemas.

 

La muerte no es más que un suceso inevitable…

en la incierta travesía hasta lo eterno.

Nos volveremos a ver tal vez en lo inmortal…

allá, donde te espero.