POLILLA.
Voy pronto a contar la historia
de una mascota y su dueña,
un cuento que en la memoria
quedó en la dulce pequeña.
Joseline, la pequeña,
amó a cuanto perro tuvo,
la niña dulce y risueña,
nació con corazón puro.
Y en cierto punto, la vida
también le entregó penurias,
al ver la triste partida
de alguna mascota suya.
Su mundo que, por la infancia,
rodó por esos caminos,
fue siempre dando constancia
de amores siempre caninos.
Y un día -quién sabe cuándo-
con cierto asombro y perpleja,
llegó a sus pequeñas manos
la más curiosa coneja.
Y más curioso fue el nombre
que fue a utilizar la niña,
a aquella coneja enorme
le quiso llamar Polilla.
Polilla fue, en cierto modo,
su más leal compañía:
su vida, su paz, su todo,
su mundo de fantasía.
Traviesa como ella sola,
enorme como no hay par,
Polilla le dio una historia
que nunca pudo olvidar.
Joseline, la pequeña,
amó a cuanto perro había,
pero hizo de su coneja
un gran amor en su vida.
En este mundo no existe
amor como el que hubo ahí.
Fue ella quien la vio triste.
Fue quien la vio sonreír.
Y un día -quién sabe cuándo-
Polilla brincó hasta el cielo:
del mundo de los humanos
se fue hacia el de los conejos.
Y Joseline, la pequeña,
quedó por el llanto hundida,
clavada con la honda pena
de haber perdido a Polilla.
Así pasó largo tiempo
-el tiempo todo no cura-
(lo saben los sentimientos
de aquel amor que perdura).
Y así, como las polillas,
en cada noche que llega,
su bella coneja cuida
de todo lo que ella sueña.
Y esa es toda la historia
que quise contar hoy día,
la historia conmovedora.
de Joseline y Polilla.
En este mundo no existe
amor como el que hubo ahí.
Ya Joseline no está triste.
mas bien se le ve feliz.
Y un día -quién sabe cuándo-
volvió a llenarse de gloria.
Un perro llegó ladrando.
Pero esa será otra historia...