Salpicó de soledad con lo virtuoso de su sensible melodía,
doblegó su corazón con un concierto de brutal melancolía.
El piano se dejaba acariciar con aflicción,
se sentía en cada nota su amargura,
se notaba en su música la pena…
con total resignación…encadenado a una condena,
la condena de ese amor traicionero…que tortura.
Enmudeció su frenesí,
abandonó su ilusión,
se dejó desalentar de la nostalgia,
se encerró en su frustración…
y guardó su pasión…en el cajón de los recuerdos.
Se llenó de densa bruma los anhelos…
y quedó un gran vacío suspendido…
en un silencio penetrante…punzante y frío,
en un instante de quietud e hiriente calma…
saturado de impotencia y apatía,
con un deseo de dormir profundamente,
con unas ganas de escapar de su suplicio…
y viajar al espejismo de los sueños…
y quedarse ahí…a vivir de las mentiras…
engañando a sus delirios.
La tristeza se hizo eco de esa música de fondo,
atrapó con su embeleso el desaliento…
liberó la incertidumbre…
y llenó con su mágica armonía…esa angustia cotidiana.
Le gustaba escuchar el sonido adolorido del piano,
se hizo parte de sus días…y de sus noches desoladas,
y empezó a susurrar algunos versos…
aliviando su ansiedad y desconsuelo.
Y se hizo usual…se hizo frecuente…encontrarlo escribiendo sus memorias…
al compás de aquellas notas…bosquejando sus poemas.
Y así fue que día a día…y noche a noche…
descargó su sentimiento en poesía,
y sin pensar…sin imaginarlo…se convirtió en poeta.