Guárdame un beso,
dijiste en mis oídos
aquella tarde.
Éramos jóvenes,
teníamos futuro
y nos amábamos.
Y te guardé,
el beso entre mis labios
por muchos años.
De vez en cuando
venías a catarlos
y compartíamos.
Era bonito
vivir aquella escena
tan añorada.
Pero lo hicimos,
vivimos y soñamos,
sin darnos cuenta.
¡Qué juventud
tan llena de ternura
que ya pasó!
Ahora, el otoño,
desgrana sus colores
en nuestros ojos.
Y recordamos
los besos y los versos
de aquel poema.
Fuimos nosotros,
decimos sin palabras,
y aquí volvemos.
Porque el otoño,
lo mismo que el invierno,
es poesía.
Rafael Sánchez Ortega ©
26/01/23