Aunque sé que no es real, que no es el tiempo quien me deja atrás sino ese humo frío que de mi boca expulso, como otro alma que se queda en un punto ciego a mi espalda esperando al acecho, esa fría mirada, ese reloj que sujeta y se acaba, y no es el tiempo, tuve que asimilar que era yo, simplemente era yo quien movía esos hilos, quien me agarraba en el abismo, como un poeta de cristal que lloraba debajo de mi nube, quejando a la muerte de mis culpas pero siempre he sido yo, yo tengo esas blancas manos que señalan, y que disfruto cifrando mi mente en metáforas para que no me entiendan.