Tú, yo y el mar.
Tú, y esa brisa otoñal,
y tú pelo traveseando feliz…
enredado en ese aire litoral.
Yo y el ardiente sol …
eludiendo su inclemente intensidad,
buscando la sombra de un agreste lugar.
Tú y yo extraviados en la costa…
deambulando por los atajos…de una tarde cualquiera…
a orillas de ese océano… teñido de añil.
Tu como gaviota…insubordinada…
atravesando la inmensidad del limbo celestial.
Y yo como arrecife…paralizado,
observando como gozas la experiencia de volar.
Tú como ola inquieta…
que bailas en sincronía de la marea revoltosa…
de cotidiano embrujo…y espumosa expresión.
Y yo, contento…
asombrado de tanta hermosura letal,
con la ternura a flor de piel…emocionado,
con la cordura al borde de la insensatez…apasionado…
y excitado…como el oleaje bravío que impetuoso embiste…
y descarga sus arrebatos contra el farallón de coral.
Tú, yo y el crepúsculo delirante.
Tu perdiéndote en contraluz de ese ocaso exasperado,
con tu imagen alejándose al exilio de esta irreversible indecisión,
y yo, petrificado en la arena como inerte molusco,
indefenso en tan inerme soledad.
Tú y tu sombra deshaciéndose en la ribera…
como efímera huella de este ineludible final.
Tú y la luna…distante e indiferente…cada vez más radiante y cruel.
Y yo… y este insomnio permanente…intentado sobrevivirle al cataclismo de tu adiós.
Olvidarte se ha convertido en un acto difícil de admitir.
He renunciado a cualquier intento de borrarte de mí melancólica forma de sentir.