La historia de un amor roto
Que a pesar de perderlo todo
Pudo florecer bajo la luz, bajo la lluvia
Rodeada de asfixiantes sombras
Rodeada de oscuras memorias.
El Amor y la muerte
Entre dolor y decepción
Se dice que también redención
Bajo la melodía de la lluvia
El baile de ellos dos comenzó.
Se conocieron cuando la soledad los consumió, cuando su mundo cambió
Muy hostil su alrededor
Con peligros casi sin control.
Incluso así, pudo florecer su amor
No un amor como cualquiera
No un amor de ilusión
No uno por conveniencia
Fué uno... por dolor.
Una fiel sirviente de sus emociones
Que quebró al perder a dos, a los dos que más amó
Con un corazón roto y lamentado
Con gustos extraños y de encanto
Su nombre, Candice
La mujer de los vestidos mariposa.
Su padre la abandonó después de verla nacer y a la vez a su amada fallecer.
Criada por una dulce loca, su Tía la de los labios del exagerado Carmesí.
Creció amando a dos, hasta que ese amor a ellos dos dañó, hasta hacer nacer celos que nublaron su razón, terminando repudiada por ambos por ella fantasear con que terminaran peleando hasta la muerte, al no poder soportar la vergüenza y el rencor hacia su inocencia.
En busca de abandonar el pasado, viajó a un lugar muy alejado, una ciudad misteriosa y a la vez peligrosa en las sombras, fué ahí que conoció al único que pudo comprender el dolor que se escondía en su interior.
Un esclavo del pasado, alguien muy apasionado pero con el corazón apuñalado, quién perdió a quién más amó y a la vez a quién más odió. Perdió al culpable y a la venganza que imposible se volvió.
Su nombre Thian, Thian Héctor.
Resignado y silencioso, cómo una rosa helada con las espinas más hermosas, quién se oculta pero siempre encuentran, quién intenta huir pero siempre enfrenta cara a cara cualquier problema.
Creció solitario, siempre determinado, apartado del mundo pero siempre confiando en sus seres amados.
Buscando sentir autorrealización enamoró a quién envenenaría todo su interior.
Quedó con el más amargo sabor, por el más injusto dolor, un dolor del que no se puede quejar, un dolor que daña cualquier recuerdo, que debilita cualquier sentimiento y desata el mayor desprecio hacia el mundo entero, o eso cree por momentos.
Ambos guardaron un secreto sobre el otro, el secreto a medias que por ironía los juntó.
Conociendose de a poco, con la ilusión de sentir algo nuevo, coincidieron en ser lo que el uno para el otro se define, un nosotros.
Fué por sus vidas tan grises y la agonía que ocultaban, que cuando llegó el momento de vida o muerte, cuando llegó el momento de la ofensa más fuerte, cuando llegó el momento de en verdad enfurecerse, cedieron a sus instintos, los instintos que los llevaron a ser con otros, Mariposa de la Muerte.