Caminar por San Telmo un mediodía
y que nos encuentre la siesta en una plaza,
en un banco, juntos, evadiendo el frio,
evadiendo el pudor y las miradas.
Como dos antigüedades escapadas
de la vitrina de nuestros propios sueños,
y sin pretender ser nuestros dos dueños
jugar a amarnos, para ver qué pasa.