Hoy pensé en escribirte, pero por más que busqué, no encontré las palabras para poder empezar una conversación. Sentí que le estaba tratando de hablar a un extraño, y me di cuenta de que fue porque ya no te conozco. Me quedé enamorada de una versión de ti que no existe. Esa que tenía el mismo gusto en música que yo, con la que el tiempo no existía, me leía la mente con dos miradas y mataba con un suspiro. Es difícil aceptar que no eres la misma persona que conocía tan bien hace dos años. Ya no me sé tu mente por dentro y por fuera, ni llevo cuenta de tus sueños. Las notas mentales que guardé de cosas que te gustaban, de las que no, de tus pasiones y secretos se volvieron inútiles. Las sonrisas que me diste ya no son nada más que un gesto, las risas un ruido y los latidos que provocaste, banales. No hay nada más nostálgico que saber que tengo montones de momentos tuyos congelados en la mente que nunca volveré a usar, porque ya no eres ese tú.