Don Braulio fue a comprar un kilo de tortillas. Clara Juárez fue la encargada de atenderlo. Todo transcurría con una calma envidiable. Una paloma acechando a la tortillería era el único signo sobresaliente de aquella tarde. Llegó el turno de pagar. Don Braulio de 80 años, sacó un billete de quinientos pesos. Los ojos y gestos de la empleada, no lograron disfrazar su queja. Clara abrió un cajón metálico, y su mano derecha comenzó a remover las monedas y escasos billetes, cuando de pronto lanza una pregunta: —¿Y ahora de dónde doy el cambio?, —Era como una indirecta de piedad—. Por su parte Don Braulio, con mirada pícara y sacado de la pena le respondió: —Pues del cajón, y echó a reír.