Es un sueño furtivo, una ilusión de carne y hueso que ha barrido con la escoba de la indolencia, su estampa de este piso sin cemento.
No ha volado de mi almohada pues cada noche es su fantasma quien acaricia mis pestañas para darle paso a las lágrimas de ron, bajando por las comisuras de mis labios, embriagando los suspiros que su boca me robó.
Los pies descalzos de este náufrago de sus brazos, recorren cada rincón del techo buscando las huellas de sus besos, coleccionando los te quiero en un plato roto de cartón.
No es su culpa, la liebre de Alicia la incitó a correr al patio tras tazas de té insulsas que solo se llenan con jugo de uva marrón.
Se fue, para siempre se fue. Corrió de mi lado para buscar los placebos de una vida de jardines con flores y cenas con pastel. Despreció las noches de vino tinto y libros sin cerrar porque eso, le provoca ganas de soñar.
No es princesa de caramelo ni ángel de satín, es paloma, es gorrión, es nube de colores sin postigo. Voló al sur de mi ventana y al norte de mi dirección, pero no se llevó su olvido, ese me lo quedé yo.