La magia del hombre
y el cielo resplandecen, asomando crepúsculos
de gratitud y fe.
La tierra feraz,
reta al hombre
a tratarla bien
para responderle, fructiferamente.
Sembrar y lograr
cosechas hidalgas
es posible
desde las entrañas
de la constancia,
que hace posible
el bienestar de hoy
y del mañana.
La tierra es del tamaño
de la esperanza,
y sus siegas responden
con entereza,
más si la tratan mal
y con vileza,
surgen crueles respuestas
de su interior.
El respeto a la tierra
es el mejor plan,
la más bella poesía
que a su contexto,
Dios ha de brindar
y los hombres, honrar.