Ahora puedo tomar tu mano,
ahora que el tiempo, inclemente,
ha desgranado los altos muros;
hoy que los ojos duermen seguros
y las estrellas de oriente
al fin sin lumbre se quedaron;
Ahora que el telón se ha corrido
porque ya fuimos liberados de los lastres;
Nos canta el viento al oído
algún llamado a renovadas osadías
y las fuerzas que dormían
han vuelto para quedarse;
Ahora lloramos sin ataduras
y al fin las lágrimas nos aquietan,
ahora las flores están maduras
y los finales tan sólo empiezan
y al fin podemos, oh sintonía
dejar a un lado los espejismos;
podemos ya desatar los sismos
y esta tormenta que ayer dormía
y a aquel anhelo que nos dolía,
doblando en ocho nuestras carencias,
quebrar de golpe su impertinencia
como con piedras, como con mazos,
herir de muerte al patán fracaso
que en cada esquina nos perseguía.
Ya no hay razón para contar el tiempo
de los abrazos,
ni existe necesidad alguna
de ser de nuevo nosotros mismos;
al cabo el ir donde van tus pasos
no lleva más que al siguiente abismo
y la libertad, oh pluma dorada,
está completa y terriblemente sobrevalorada
pues tarde o temprano
la cera se derrite de las ansiosas alas
pero tú y yo, aquí y ahora en desatino
somos ya libres de no volver a serlo,
y ahora, ahora puedo
hacerte al fin compartir mi destino
ahora que sé que voy a tenerlo.
Por eso canta con voz rompiente,
salta de angustias desquebrajadas
que la alborada está enamorada
y es el coraje su pretendiente;
Toma mi mano con tu mano amada
que ser feliz nos llama, cantando;
al Norte viendo y a Dios rogando,
que no hay más faro que tu mirada.