“Juguemos en el bosque
que el lobo no está aquí”;
juguemos que cruza lenta la tarde
llevándose en secreto
la luz que como un gato
pasa lenta sobre las cosas.
“Juguemos en el bosque
que el lobo no está aquí”;
solo está la certidumbre
de la ausencia de mis muertos
y de mis absolutos adioses;
de lo que soñé y ya no es
ni siquiera esperanza
ni tampoco intento;
solo un vago recuerdo,
una especie de nostalgia ajena
que me habita en silencio,
que crece y se fortalece
en lo profundo del bosque
abrumado por la noche
y donde el lobo tampoco juega.