Las dalias de tus manos blandamente
por mi piel sin motivos ni pesares,
como una aparición en los altares
de tus senos de lirios en mi mente.
Tus labios horizonte al occidente,
al alba maternal, los dos collares
de firmes carne y fuego, entre mis mares.
Deseo e iniciación, tu cuerpo fuente.
Abierta la verdad, yo abierto todo,
tus piernas y las mías en un lazo
y el mundo por detrás como si nada.
Nuestros gritos ardientes de otro modo:
silencio en el silencio de un abrazo,
la noche ante los ojos de la espada.