Mi madre felizmente
Duerme su siesta
En su camisón blanco,
de algodón y estrellas
con adornos de cintas argentas
cintilando tu blonda cabellera.
Son las dos o las tres… no se.
Soñaré, madre tu oración despierta,
Mientras trago luces de neón
con mis ojos cansados.
que demarcan mis ojeras
Siento la tersura del tiempo
Sobre mi tez de sueños
Arribando como barco de carga
torpe y lento,
A un crujiente puerto envejecido,
que dormita en un mar crepado
como fiera inerte al acecho.
En la ventana, la luna llena,
trae viento helado
agitado, con vilos de locura,
sus finos hilos
de brisa fresca,
escapan del frío de la noche
y se postran en abrazos
al calor de la recamara.
Concentrada en su silencio
la paz reposa,
sin cuerpo ni alma,
y la noche pasiva y lenta,
en su lenta caminata
avizora en su frente
los relinchos del alba.