Dave Estrada

#2 -El comienzo.

Había oído tu voz tan solo una vez, no dudaste al darme tu número de teléfono,
yo no me atreví a usarlo tan pronto, recuerdo como vibraba en la palma de mi mano.
El teléfono sonaba sin cesar, tu nombre en la pantalla y no tuve valor a contestar.

Me sorprendiste tan segura cuando decidí llamarte, tan natural.
Yo creí disimular mi timidez, no se si lo logré.

Algún mediodía te imagino, excitada, inquieta, odiándome. Esos ojos grandes, curiosos, esperando más mensajes, deseándome. Tus dedos temblorosos parecen incapaces de pulsar una tecla, el cursor siempre preparado para minimizar. Cierras más tus piernas, miras alrededor, te sientes observada, muerdes tus labios.

Te pregunto si quieres que me detenga, si te incomoda leer mis fantasías.
Me respondes que soy un idiota, pero que no pare, que me odias.
Sientes la humedad en tu vientre, calor en tus mejillas, deseo, mucho deseo, impotencia. Aprietas tus muslos, el pulgar inconscientemente en tus labios, con cara de pecosa adolescente.

Llovía a cántaros la tarde que volviste a llamar, querías conocerme.
No pude inventar una excusa, me asusté,
pensé que era el final cuando sentí tu enfado.

Pasó el tiempo, tu deseo fue más fuerte que tu orgullo.
Cuando te volví a leer sabía lo que buscabas, y no te lo di. No te lo volví a leer hasta mucho tiempo después…

Almorzaba solo en el centro, leyendo la prensa, cuando llamaste.
Mi corazón se aceleró, los nervios se adueñaron de tus cuerdas vocales, querías confirmar la cita.



Desde mi ventana veo la lluvia incesante salpicando la parte superior de la farola, bajo ella una mujer mayor cruza corriendo la calle, lejos del paso de cebra. Escucho el bullicio lejano de la gente, multitud de enanos gritando.

Aparece tu vehículo casi de la nada, me distraje viendo como dos gotas se unían en el cristal, como dos amantes.
Se detienen un instante y resbalan unidas con mas velocidad hasta desaparecer en la base. ¿Pasaremos desapercibidos como dos gotas de lluvia?, pensé.
Dos gotas de lluvia que se mezclan y después se diluyen en un cristal inmenso.

Mis ojos brillan al ver tu figura, tus movimientos, tu ropa, miras hacia arriba y te hago un gesto, que ganas tengo de verte de cerca. Nunca te quisiste mostrar, solo una imagen distorsionada, borrosa, sabias que me ibas a gustar, acertaste.

Apareces sonriendo, enérgica, espléndida, sofisticada. Me gustas. Hablando sin parar, intentas disimular tus nervios. Actúas como si me conocieras de siempre.

Atrapo tus brazos mirándote. Te sonrío, te miro de arriba abajo, “Eres mucho más bella de lo que imaginaba” Te digo. Tu boca se dispone a hablar de nuevo y mi dedo índice se posa en tus labios, me arrimo y te envuelvo entre mis brazos en un abrazo eterno, moviéndome lentamente.

Te aferras a mí con fuerza, tu boca en mi cuello, tu aroma envolviéndome. Siento que estamos cómodos. Te susurro las ganas que tenía de estar así y te arrimas más aún. Tranquila, no te soltaría jamás.

La tarde avanza, está oscureciendo. Un teléfono suena lejano en el interior de alguna prenda tirada en el pasillo…
Nadie responde.
Bajo las sabanas, dos cuerpos entrelazados, susurros, risas cómplices…

Desabrocho tu blusa descubriendo que mi mano ya está dentro, acariciando la templada base de tus pechos, con tus ojos de pantera comienzas a desnudarme...

La gata, celosa, intenta morder los dedos de tus pies. Juguetona y envidiosa, salta sobre la cama, atravesándola como un suspiro.

Mi calor, concentrado, presiona tu ombligo, lo quieres dentro de ti. Tu lengua seduce mi boca, mis manos atrapan tus muslos, desapareces bajo la sabana, yo cierro los ojos apretando los dientes...

Tus piernas amarran mi espalda y tus uñas la desgarran, la tuya resbala hacia arriba en el armario recibiendo mi energía, chillas, muerdes mis hombros. Mi rostro se oculta entre tus pechos...

El cristal recibe multitud de gotas de lluvia, mi gata intenta atraparlas desde el interior en vano, sólo algún gemido agudo la distrae de su juego...