El viento sur,
cambia las olas de lugar,
desprende hojas del manzano,
madura el fruto hasta caer,
como tu cuerpo se enreda,
entre la sensualidad del día,
y las interrogantes de la noche.
Dejarse fluir entre raíces y ramas,
que la pasión despierta como locura,
como olas golpeando rocas,
o la quietud de un manantial.
Un día llamaste amor,
el tiempo llama pasión.
Quizás, la pasión es clara,
convierte la esclavitud
sin amarras, busca
cruzar la borrasca del océano,
con las manos vacías.
Así el cuerpo de ella
es tu cuerpo hecho orgasmo.
Susurro hundido en la piel,
un eslabón delgado,
entre el placer,
que desgarra sin amarras,
la lava y espera del amor.
A la sombra de tu manzano
escondiste las pasiones,
en algún día, cuando la reflexión
se ausente,
y la confesión de la memoria
desentierre la borrasca del día
que amaste entre la flor y el fruto,
del manzano que te vio crecer,
y bajo su sombra,
la pasión se hizo amor…
así lo fugaz,
se hizo luz de un día.