Hablaremos de todo sin orden, ni lógica, sólo con ansias de saber que nos ha pasado.
Y en algún momento, ahí sentados, nos miraremos sinceros y solo entonces, hablaremos.
Nos diremos cosas horribles del hastío que hemos cargado, hablará la tristeza que hicimos parte del rostro y llegaremos sin palabras al acuerdo tácito de cómo el mundo dejó de ser un lugar para nosotros.
En una de esas tardes hermosas de verano, donde el ojo humano capta los mejores atardeceres y la gente se empeña en fotografiar como si desconfiaran de su mente y los recuerdos que pueda guardar, en una de esas tardes nos encontraremos, más viejos si … pero sobre todo más cansados.
Hablaremos de cómo fue el encierro y ocultaremos cierto placer retorcido que nos dio no tener que ver a nadie, porque sabemos que el precio fue grande y nos hace sentir culpables, nos contaremos solo las desgracias porque es ahí donde nos sentimos iguales, víctimas no monstruos.
Vendrás tú, con la animosa sonrisa de siempre y el soliloquio del pensamiento positivo, sonreiré cabizbaja como si me avergonzara de semejante estafa.
Hablaremos de tantas cosas de mujeres, ninguna mía, hace tiempo que dejé de hacer odas a algo que no escogí, y sin embargo hablaremos y tal vez repitas con amor eso de “la gran mujer que soy”, y yo no hablaré, una vez más, no hablaré del tiempo que llevo sin escribir, de que he leído más libros de los que imaginé solo porque no pude volver a escribir, cuando escribía no leía compulsivamente como si algo dentro necesitara salvarse.
No hablaremos de mí, sino de la mujer que soy, no de mí sino de lo que hago, de lo bien que lo he hecho, pero no de mí y ahí como dos mujeres amigas hablaremos y nos despediremos y te irás de nuevo sin saber nada de mí.
Fingiremos más alegría de la que en realidad sentimos, solamente por no saber que es lo que sentimos, eso entre necesidad, afinidad y repulsión, entre complicidad y desasosiego, entre resignación y cariño, y así entre eso empezaremos a hablar, esta vez podré hablar horas de libros, ninguno trascendental, ni siquiera los del King, placenteros pero no viscerales, ese tipo de libros, como la eterna levedad del ser o ensayo sobre la ceguera, hablaremos de todo y nada de nosotros, porque nosotros no importamos, porque nos es sabido lo poco interesantes que somos, hablaremos de todo porque no es menester del momento nuestra vida.
Hablaremos… y ninguno escuchará media palabra.