Yasmelyn Marine

Big Bang (pov: la muerte enamorada) – Parte III de Romance Maldito


Ella era el cálido verano, la florecida primavera,
también era invierno y otoño. ¡Siempre cambiando de fases!
Tan compleja y sencilla a la vez,
creada por el mismísimo Dios, era perfecta.
Su único defecto fue amarme.

Yo, que solo era deseado por almas vacías,

la consecuencia del pecado: desobediencia y rebeldía,
recibido con lágrimas de tristeza en vez de alegría.
Era el desaliento y los últimos días, la miseria, también agonía,
lo seguro, pero que nunca esperarían.
Un ser maldito que a lo que amaba maldeciría,
era la muerte que de amor moriría y mataría.

 

Intenté alejarme con el olvido,

pero ¿cómo poder olvidar?
Ella era mi infierno y mi cielo,
y yo, de ella, lo era por igual.
Y es que solo con un beso o un simple roce bastaría
para que la propia muerte sintiera que moría,
para que la vida dejara de ser vida en el instante,
para que los seres malditos fueran del uno y del otro los condenantes.

 

Creíamos saber lo que después pasaría,

pero ¿quién podría detenernos?
¡Era el momento! Por fin amarnos y morir lento.
Pues había menos de vida y menos de mí en cada caricia, en cada beso.

 

Fue entre lágrimas y amor,

entre la pasión y la desdicha,
en el sufrimiento, en las risas,
donde nos consumimos sin impedancia,
pues valía más ser nada juntos que un todo en la distancia.
Y es así como vino la nada.
Solo hubo oscuridad y silencio,
ya no quedaba más que un desolado universo,
pero de repente… ¡Big Bang!
Surgió la vida y tras ella, la muerte,
las caricias, los besos, la maldición y la suerte.
Regresamos, ¡con pasión! ¡Con dolor!
Formando así este ciclo maldito de amor.

 

Dos seres y la promulgación de un sentimiento eterno,

amándose se van destruyendo,
poco a poco pereciendo,
un uno más uno dando como resultado cero.
Un amor egoísta, pero también el más sincero,
la muerte enamorada, ¿qué más se podría esperar?