SÍSIFO
Y un día te hartaste
de subir la piedra
hasta lo alto de la colina,
y decidiste soltarla,
contraviniendo el divino castigo
que atormenta el esforzado hombro
de los de siempre,
de los parias de la Tierra,
de los desheredados,
de aquellos que fueron y serán
los más humanos entre los humanos.
Y por la cuesta abajo,
el ímpetu de la piedra arrastró
a todos aquellos que ociosos
contemplaban maliciosamente
tu sufrido empeño,
con sus túnicas púrpura
y sus manos blandas y quietas.
Antes de ser golpeados
y arrojados al abismo,
sus ojos reflejaron sorpresa,
y en sus bocas
se dibujó un rictus
de infinito desprecio.