Era la ventana en tus ojos.
Y tus ojos en la ventana.
En los pinos.
En el cielo.
Firmes. Brillantes.
Eran mis ojos
mirando tus ojos.
Sin querer entrar.
Sin penetrarte.
Desde afuera.
Por el placer de mirarte.
Ambar y plata.
Humedad de tus ojos
que decían todo
y no decían nada.
Silencio de miel
en tu mirada.
Espejo de la mañana.
Cansancio.
Sueño recién despierto.
Trigo. Distancia.
Y yo ahí.
Como una tonta
inmóvil y embelesada:
Dulce placer de tener
tu cuerpo sentado a la mesa
frente al ventanal de esta casa.
Tranquilo, lejano y suave
dijiste:
Algo me pasa...