Ya no te llamo
y no te escribo
para que mis palabras
se acostumbren a tus silencios.
Tampoco mis manos
buscan las tuyas
ni mi cuerpo tu abrigo
para que mi piel
quedamente te olvide.
Ya te borré de mis contactos
y a propósito perdí las fotos
que en vano te evocan;
pero qué terca la memoria,
qué largo el insomnio
y qué nítido el aroma de la ausencia.