La miró a los ojos,
pálidos, sin la brillla de un ser amado,
los labios de él se movían con explicaciones
vacilantes,
su passión ya encendida bajo otras sábanas.
Una lágrima marcó su camino hacia
los labios temblorosos de ella,
apagándose la luz de su ser,
de a poco,
el aire volvió embarazada.
En un silencio silencioso,
mudo de incertidumbre,
el buscó la comprensión,
la mente de ella petrificada,
a la deriva,
en la inmensidad de un oceáno del engaño.
Con sus sentimientos
entumecidos,
se volvieron los dias más oscuros,
de vientos de frío glacial,
las noches insoportables.
Su invierno,
sin aviso,
había usurpado
la primavera de su vida,
su corazón ya hecho añicos.
David Thorpe ©®
La foto por cortesía de
Jérome Coppo