Y la hoja de aquel árbol cayó,
con ella el rocío del día,
que sobre su tronco bajo
entre las sombras se posó.
Fue el cielo oscuro
y tu cabello que entre
los follajes se enredó,
dando grito fiero
que al bosque estremeció.
Eras tú, el cielo azul,
y el sentimiento efímero
que a su alma embriagó.
Eran las aves y también el mar,
el reflejo de la luna
en tus ojos al sollozar.
La dulce chiquilla
en el abismo de la soledad
despertó el sentimiento
de quererse la vida arrebatar.
Son nubes negras,
las que ahora reposan sobre ti,
y el grito de ellas te hace sucumbir.
Y ella llora... y llora el cielo.
Son bellas gotas de lluvia
que caen lento sobre su pelo.
Y lloré yo… y lloró el viento.
Es tu alma pura y lejana
la que ahora yo siento.
Es el impío sentimiento,
nadie puede hacerlo cambiar.
Lo que elijas ahora… eso será.
Pero fuerte el árbol,
no lo dejes caer.
Duro corazón de mármol,
no lo vayas a romper,
es para toda la vida,
no lo vayas a perder.
Vale oro,
de todo el mundo, tal vez
dicha la mía,
si yo cerca la puedo tener,
porque tú lo eres,
un bosque eterno
que alberga miles de seres.
Llena de amor, esa tú eres.