Gigantescas moles se desplazan en la sombra
adecuándose a su estigma de reductos insondables
luces aterciopeladas frecuentan la distancia de los astros
en cuyos cuerpos convexos la ley queda legitimada.
Sus perversiones de hojas de acanto
solicitan la lengua invariable del viento
restan supersticiosas flores en los opuestos
desconvocados los deseos de una razón interpuesta.
La luz amplía los vestíbulos ocasionales
las tensas cuerdas verdes y las telas del mobiliario
donde los astros se consuelan del asesinato de una estrella.
Fingen los rostros sus recurrentes signos expresivos
como flores en un jardín de jazmines violentos
donde la oscuridad, o la sombra es igual
transforman los objetos en nubes o en nebulosas.
Se lastiman los labios en su ocurrencia de palabras
crecen las palomas entre selvas incendiadas
donde los montes quedan expuestos desde la piel
a la saliva frugal.
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