Te quemaste con mis manos
Dijiste que no pero no tarde yo en notarlo
Y dijiste que ya tenías mucho con esos amores que te habían desgarrado, que estabas desgastado.
Y mira que yo, que siendo despistada te puse atención un rato…
Pero mira que yo
Cómo iba a decirte que tenías razón si quizá hay una probabilidad de que alguien más cuerda que mi persona te demuestre lo contrario.
Si sabrá Dios en que lugares habías antes resguardado el corazón.
Las cicatrices se veían por todas partes.
Yo, quizá si me lo hubieses permitido,
las hubiera acariciando.
Pero mi amor, quizá solo por un rato.
Quizás, en la probabilidad de lo improbable
yo me hubiera encariñado para siempre con ellas y hubiese por primera vez hecho un hogar estable contigo, pero la estabilidad no es mi verbo mas selectivos.
Pero quizás, en las probabilidades del porcentaje minúsculo
yo hubiese forjado un ensueño en tus muslos, y quizás, mi amor, hubieses sido mi primera vez en muchas cosas que muchas veces negué a toda costa.
Pero tengo miedo de contrariarme y resultar peleando conmigo misma por un amor que incluso tiene miedo de las cadenas repetitivas que te siguen arrastrando hasta el punto de generalizar lo indescifrable.
Entonces, quizá en la probabilidad de lo posibles yo hubiese deseado volar a otras tierras, conocer tal vez otras praderas y, hubiera reafirmado la conclusión que tenés sobre las causas y los efectos de verse uno atraído por alguien que a veces quiere y a veces no está tan cerca de lo seguro.
Pero mírame aquí pérdida,
escribiendo y publicándote cuando en cambio debería de estar dormida.
Cosas que nunca solucionan los poetas.
Pérdida en mí, sin siquiera solucionar los desvaríos y las jaurías mentales.
Cosas que nunca solucionan los problemas.
Lo cierto fue que me asusté, te asustaste y por ende nos asustamos.
Tome mis maletas del quererme sin querer y me marché esperando en no querer volver.
Seguí sin quitarme de la cabeza que el compromiso es un hábito que termina matando el amor que se acostumbra a ver al otro como un enemigo y no como al amado.
Te quemaste con mis manos,
Te quemo también el beso que te di en los labios solitarios que tenías, dijiste que no, pero eso fue una mentira que ambos tratamos de disfrazar para no seguir rasguñando lo que extraños antes nos marcaron.
Entre la verdad o la mentira solo queda la insólita duda si lo que percibimos era cierto o siempre estuvimos equivocados.