Transito lánguido de nubarrones otoñales,
torpes balanzas del viento en los vocablos
que van con vaivén de glaucos olores,
y mi labio zalema anhelo del beso
canta suspiros de tu aliento enardecido.
Es el fatuo azulejo de tu llama,
la mirada, que es pedernal y eslabón del fogón
próximo a tu risa calida de procaces meneos coloridos.
es rojo, azul y un carbonizar de ideas que va dejando el vestigio
de un mar de vocablos sin habla,
y a mis ilusiones varadas en ellas
con las cenizas de un beso en las manos.
espalda de mis versos el brasero de tus lamentos,
el ardor de su llama las caricias ajenas,
mientras mi alma gozosa del espectáculo
guarda los rescoldos en su almohada,
para amanecer pegado
al lastre de esta llamarada de ensueño.