El silencio es un lenguaje profundo.
Hay silencios que pretenden transmitir empatía, comprensión, afecto. También están aquellos que las mujeres aprendemos a manifestar cuando se sobre- entiende que ninguna palabra hará la diferencia, o cuando el dolor supera las expectativas. Están esas pausas largas, en la etapa temprana de infancia y formación de nuestros hijos, cuando acallamos nuestro propio dolor, cansancio o falta de sueño porque es más importante su bienestar que el nuestro.
Hay silencios de frustración, rabia e inconformismo, de tedio y hastío... de falta de amor, y hasta de querer mandar todo... a pozo sin fondo ni retorno.
Hay silencios que piden a gritos un abrazo, una caricia, un detalle de corazón, un \"deja todo, ya has hecho mucho, descansa\"
Los hay de incertidumbre, por esas cosas que se rompieron y que nunca volverán a ser iguales, porque al igual que los espejos, las astillas ya no se unen ni sanan. Hay mutismos para el tiempo que se perdió pensando y viviendo por y para los demás, y que al final del camino te devuelven el reflejo crudo de que no vale la pena sacrificarte a ti misma, que el ocaso llega agotando tus fuerzas... y a la mayoría, eso le es indiferente.
Hay silencios que nacen a gritos desde el alma y que solamente lograrán ser escuchados y entendidos por un alma sensible que en verdad te ame.
Mujer, detente un momento, conoce tu esencia, reconecta con ella, prepárate…escucha tus silencios, escucha tu alma, aún estás a tiempo de que el murmullo de tu voz haga eco por el mundo, ¡como un tornado!
Rossi Er, escritora
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