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Esperas el tranvía cada amanecer,
falta un minuto,
y llega a la hora exacta.
La misma avenida, los mismos árboles.
el vidrio de la ventana,
visión de tu rutina.
Por adoquines y farolas,
transitan tus abuelos
como un sauce cobija la calma,
como almas invisibles amarradas,
señales que la vida deja un hilo,
te une a tu origen,
como pájaros que emigran
y regresan a sus espacios,
quizás en algún instante
te preguntes por tu libertad
y la esclavitud de tu tranvía.