La campana de la ermita
repica alpina al corazón de la vida,
a primera hora del día,
por la verde campa, santa y florecida...
La mirada se extasía,
alrededor de su geografía terrena,
y en primera persona,
el poeta cuela palabras de poesía...
La mente se libera,
alcanzando a la memoria fugitiva,
al pasado de mi familia,
en esta vieja ermita propia y ajena...
Ante esta visión purificada,
hago la señal de la cruz con fe cristiana,
y con el alma contenta,
observo la resurrección del nuevo día...