Cansado, vencido por el sueño, el cuerpo va cayendo al vacío insomne de la dualidad, ser o no ser, pudo ser y no ha sido, quiero morir y no muero; la llegada del silencio interminable ha hundido la esperanza en el abismo, el cuerpo putrefacto, desgarrado por las zarpas de los sueños truncados se sumerge en la amargura, tu callas no dices nada, cerraste la puerta, con el silencio se rompe el alma, alma frágil, alma de cristal donde se ven atrapados los sueños y sentimientos ahogándose, corrompiéndose en la garganta, ya no hay cuerpo, ya no hay alma, solo queda el vacío de un mañana sin esperanza.
Oh pensamientos impuros, pensamientos húmedos que una ola de espuma recorren los recuerdos en blanco y negro, tu callas, yo callo, y un gran silencio cubre mi llanto, yo te miro en el sueño, ¿tú me ves? Mis sueños se arremolinan creando un nido de arañas en la garganta, ¡vano silencio amargo!, ¿A dónde han ido esos encantamientos que agitaban las mariposas que llevaba dentro?
Se ha disipado el silencio en sal yodada, ese silencio de lágrimas por las mariposas yacentes en el alma, hoy desaparecidas y borradas por el céfiro viento que se llevó los corazones que salvajemente fuero tachados de un libro de matemáticas de un joven enamorado. Lo que pudo haber sido no fue, el tiempo lo perdona y endurece los corazones, ya no volverán las golondrinas, su nido se desplomó del alerón del azul helado; como cuerpo atrapado en grilletes sobre una lápida de alabastro, donde los sueños se disipan en centelleantes y resplandecientes luces de luciérnagas, solo quedan de los sueños: sus sombras, ligadas a otras sombras de otros sueños yacentes. Se siente la soledad del alma entre sombras alaridas bajo la letanía de una lívida nostalgia.
Bajo los sauces graznan los ánades, ¿y los corazones que un día fueron grabados con fuego de pasión en sus cortezas? El tiempo los desmembró, los tachó en ilegibles formas, sus nombres irreconocibles se evaporizaron en escarchas bajo la cáscara del alma, huellas de besos acalorados. Los sauces, esqueletos desplumados bajo la niebla álgida, solo quedan escamas secas y arrugadas, ya no hay lágrimas, ya no cantan las ranas. Espectros recorren las ramas invernadas. Los pájaros no vuelan, se acurrucan en las ventanas.