Le he escrito más de un poema,
pero este es el primero que quiero que lea.
No sé imagina lo mucho que le viviré agradecida, porque desde pequeña me devolvió la vida.
Gracias por compartir su néctar,
tomé un poco y empecé a volar.
Hace 11 años, era una pequeña,
sin alas, pero con sueños por alcanzar.
Me empapó de su delicadeza,
me enseñó de lo bueno y lo malo,
me enseñó a volar con fuerza
y a tener su misma nobleza.
Es mi luz en la obscuridad,
mi calma en la tempestad
y quien me inspira para mejorar.
Siguen pasando los años
y la sigo admirando cómo
hace 11 años.
Yarid Galván