Tenía en las manos caricias fragantes
de aquellos instantes de puro deseo
que ahora Morfeo, con puño aguerrido,
le da otro sentido, camino del sueño.
Y yo con empeño le tengo jurado,
mi amor al costado, salir a su encuentro.
Negaba por dentro la miel de su aurora,
pues todo devora la luz del infierno
del trágico invierno de un árbol sin ramas...
¿La paz en las llamas? Tan solo un recuerdo.
A veces me pierdo, buscando las sombras,
cuando tú me nombras y dices: ¡Te quiero!
En mi desespero despierto de pronto.
Miro como un tonto, por si en algún hueco
escuchara el eco limpio de tu voz.
Pero surge atroz el final eterno
Y, a mis ojos tierno, veo todo claro:
No es al fin tan raro, si el amor ha muerto,
partir a otro puerto donde ya no duelas,
desplegar las velas y que sea el viento
de este sentimiento quien esté al timón
de mi corazón y se lleve el resto
por el mar opuesto, donde va el olvido
con el suave ruido del batir del tiempo.