Vivió cargado de amargura,
trovador de sueños y locuras,
sin noches de lunas ni tambores,
tiempos de eternidad y de dolores,
brillando con el amor de un ayer,
acechando todos los “por qué”,
se engrandeció en su simple ser
y sin ser él, fue precio del querer,
gigante mortal, amor de hombre,
lo quiso el corazón y lo vio de lejos,
de encima le cayeron los inviernos,
sin los tiempos de la madre sangre,
navegó hacia el sol y se hizo viejo,
y en los surcos crasos de su piel,
se ahondó altiva la duda de su ser.
Andrés Romo
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