Bésame, que es la hora del beso,
mientras la lluvia, fuera,
me recuerda que en mi pecho
también llueve.
Es la hora donde aletean
mis dedos por tu sombra pálida,
como si sólo parecieras dejar
la nieve del alma.
Abrázame, que el amor inmenso
pronto muere como mueren
los peces en los sueños
de los pescadores.
Deseo que sea la hora
donde nuestro cariño navegue
el oleaje de las sombras
y abra su esplendor en el abismo.
Necesito tu amor, tus besos,
tu corazón vulnerable,
como ansía lo eterno
el reflejo de lo breve.
Tu mirada doliente y oscura
cae sobre mi como la niebla.
Se levanta en tu alma la espesura
de una noche inacabable.
Quiero mucho de ti y quizás
no quiera nada, o sólo amarte
como las aves en la inmensidad
abren sus alas abnegadamente.