Sobre tu atril asido,
flotador en la tempestad
del golpear de nuestros cuerpos.
Polo y polo, entre medias,
- los poemas -
salpicando al cielo
con betún.
Clamando a la muerte
con el dedo largo
en alto;
Que venga, amor mío, que venga.
El estruendo de los besos
reventará sus tímpanos
malditos
para que nunca más le entren ganas
de acecharnos.