Eres el girasol de mi atardecer caprichoso. Tu brillo del arrobo del cielo son como las olas de fuego sobre las nubes frágiles.
Arde, arde en el crepúsculo lejano.
Poderosa, invasora, crepita el follaje herido de la tierra.
Trémula la bóveda celeste con la lumbre acosadora.
En el vaho tu voz sedienta se arrastra en el viento andante.
Me pide, me busca, en esta pequeña alma el reino flamante se hace presente.
Ah taimada, girasol errante sobre los caminos ardientes. Quemas, quemas, en pequeñas virutas se va creando el fuego versátil de tu nombre.