Te amo como nunca jamás he amado,
te amo tanto que al pensarte soy llanto,
que al vagamente imaginarte puedes
hacer descender caliente en mis fuentes.
Eres Señor lo que tanto he esperado
que si esto es de ensueño no me levanto,
aunque vengan las pruebas y los golpes
más yo te amaré en caminos dolientes.
¡Oh! son tus caricias al corazón
que la razón me hace decirte ¡Santo!
y proclamo ¡Aleluya! con pasión.
Venga tu reino mi Señor Bendito,
suspira mi alma y se haya en desazón,
por estar allí ¡Santo! ¡Santo! ¡Santo!.