Dieron las seis de la mañana y como todos los días,
desperté porque mis ojos se iluminaron por los pequeños rayos de sol que atravesaban mi ventana.
Experimenté lo que hace ya un tiempo no,
tenía la necesidad de que estuvieras a mi lado.
Hoy tenía ganas de verte...
Y como nunca antes,
sentí que algo le hacía falta a mi alma,
estaba vacía.
Deseé por un instante solo un abrazo tuyo,
un beso en la mejilla y un tierno te amo.
Hoy tenía ganas de verte...
No me bastaba solo el tenerte en mis recuerdos.
Añoré tanto esos momentos de invierno a tu lado y las mañanas de café entre pláticas y risas.
Quería oír tu voz, tocar tus manos,
ver las expresiones de tu rostro,
ante la significativa sonrisa que emanas,
además de la mirada penetrante,
cuando te enojas.
Hoy tenía ganas de verte...
Y fue entonces que de mis ojos brotaron lágrimas,
eran cálidas pero a la vez pobres.
Tan solo me han tiznado el rostro
pero me han roto el alma.
Hoy tenía ganas de verte y de pensarte...
Pero destiné una semana para olvidarte.