En la hondura plana
del espejo claro,
que dupla
la belleza de tu rostro,
se reflejan tristes,
tus ojos eclipsados,
goteando lágrimas
sobre pétalos pálidos
de claveles blancos.
Con persistentes bríos
mis amargos labios
rozan tus hombros y manos,
que se sienten
como liso cristal
hirviente al fuego
y entre besos de amor
te calmo.
Siembra mi pluma en silencio
letras de astucia
en los recodos del viento,
que abrazan tu cuerpo
acorralado,
y en tu enfado de celos,
quiebras sollozantes margaritas
deshojadas al capricho
de un amor sediento.
Un parpadeo lejano,
turba entonces la mente
y el alma despierta y sueña,
con tus ojos eclipsados al llanto,
que rebozan lágrimas de tristeza
y que seco con mis manos
en tu piel ardiente y tersa.