En esta trituradora
donde no habitan mármoles
estatuas fúnebres, presidios
de otras hojas improbables.
Donde el llanto semeja luz de luna,
y caen gotas de rocío
sobre el llano manto crepuscular.
Dejando la mano se agota
el misterio del torrente sanguíneo
en que lo oscuro llora, su místico
desvarío, a ti te observo: declinante
por las avenidas sin párpados de los ojos.
Sin futuro, claudicando,
las bestias forman arreboles de ojos disecados,
de iris deformes, donde
su lágrima, acaba de deplorarse.
Viles estrellas, de amenazas incesantes,
acabad ya con esta trituradora-.
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