Por el árido paisaje infinito
que desciende hasta el salitre,
aparece reflejado
rozando las aguas inmóviles
el soberbio cristal bruñido.
Sobre la estática belleza,
el hálito puro del viento
contempla el manto sagrado.
Asaeteando los instantes
luminosos
lanza sus tizones candentes
como rabiosas señales
de impulsos ritmados.