En otra vida quisiera
mirar a los fríos ojos
de la muerte y su ceguera
curar sobre mis despojos.
En otra vida tal vez
sería aquel domador
de serpientes a las diez
y, a medianoche, de amor.
Ya sé que me faltan horas,
pero no hay tiempo bastante
para masticar auroras
en esta ciudad flotante.
En otra vida tal vez,
en esta ni por asomo,
pues la boca de este pez
traga vocales de plomo
y, si puede, las escupe
como balas a tu pecho
para que veas que supe
amar con todo derecho.
En otra vida futura
puede que tú no me quieras
entonces, en mi locura,
amansaré las panteras
que me muerden al costado
con el látigo dispuesto
en otra noche de sado.
Ya sé que soy polo opuesto,
ya sé qué soy, y eso basta,
pero no hay tiempo bastante
para ser iconoclasta
en esta ciudad flotante.