Suena la música
que se escapa de un piano
por los jardines.
No sé qué mano
se encarga del teclado
y sus caricias.
Dedos de arcángel
en cuerpo de alabastro
de Miguel Ángel.
Tardes de gloria,
acordes imposibles
junto a las rosas.
De vez en cuando
la magia y el adagio
surgen de pronto.
Cierro los ojos,
el cielo se estremece.
Tiembla mi alma.
Entonces llegan,
las cargas y batallas
de los cosacos.
Luego el descanso,
la paz de los jardines,
las francachelas.
Hasta que surgen
con fuerza, las resacas,
en un final.
Y allí se acaban
la paz y la utopía
que disfrutaba.
Suena la música
distinta, en otros dedos,
pero sin \"magia\".
Rafael Sánchez Ortega ©
11/02/23